Por John H. Newman
Cuando uno se detiene y contempla su propia vida, se sorprende al considerar cuánto tiene de trivialidad, de estupideces, de nimiedades, de vanas preocupaciones, de poca cosa, de intrascendencia, de banalidad, de cosas pequeñas, despreciables o pueriles, lo mismo da. ¿Qué vale la vida de un cristiano del común como yo? No parece gran cosa. Y sin embargo, Newman disiente.