Por John H. Newman
A Newman, como a todos los sabios que en el mundo han sido, le preocupa en extremo la cuestión del tiempo, de la brevedad de la vida: "¿Qué le diríamos a un hombre que se hallara parado sobre terreno precipitoso, cuyo suelo permanentemente se desmorona de modo que se restringe el área donde está parado, donde cada vez hace pie con menor seguridad y que sin embargo se mostrara desidioso sobre el particular? ¿O qué le diríamos a uno que consintiera que su receptáculo pierde un líquido precioso que se derrama por la calle sin que considere siquiera taponarlo? ¿Que negligentemente ve cómo se pierde, más y más? Mas ¿qué tesoro puede compararse con el tiempo?".