Por John H. Newman
En un contexto hecho de ganar plata, gastarla en los “shopping”, distraerse con películas yanquis, chupar hasta quedar inconciente, trabajar de lunes a lunes para amarrocar más, dedicarse a perseguir mujeres o a descubrir el mejor vino fino, planificar las vacaciones, ver cómo ascender en el trabajo, terminar la casa en el country, llevar los chicos a Disney, arreglar el auto, ver más autos, estudiar automovilismo, hablar de autos, de planes para cambiar el auto, de levanta vidrios eléctricos, air bags y escapes “Silens”… bueno, en una vida así, difícilmente haya lugar para el coraje (por ejemplo). No hace falta, no viene a cuento, no te sirve de nada, no se habla nunca de eso, no se cultiva, no se le rinde honores a quienes lo tuvieron, no se menosprecia al que no tuvo (debiendo tenerlo), no se distingue entre el temerario y el verdadero valiente, no se lamenta al timorato, no se celebra el coraje de los héroes, de los santos, de los mártires.
Como se ve, el valor de las cosas, depende del contexto. Pues bien, el mundo nos propone, incesantemente, un contexto falso. Se trata de “vivir la vida” acá abajo, sin pensar en la muerte, jamás. Se trata de creerle a Satán: “De ninguna manera moriréis” (Gén. III:4).
Y entonces, como lo explica Newman, el mensaje revelado, todas las virtudes cristianas, el valor de la oración, del sacrificio, de los sacramentos, todo, todo cae por tierra. Que es lo habría que explicarle a más de un “cristiano” de nuestro tiempo.